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lunes, 18 de noviembre de 2013

EL CRÁTER EN LLAMAS ETERNAS. DARVAZA

Las puertas del infierno : Darvaza, el cráter en llamas eternas


El desierto de Karakum  cubre el 70% del territorio de Turkmenistán, con un área total superior a los 350.000 kilómetros cuadrados. Es uno de los desiertos más extensos del mundo  y uno de los territorios más despoblados del planeta. En mitad del desierto se encuentra Darvaza, una minúscula aldea de poco más de tres centenares de habitantes a unas cinco horas de coche al norte de la capital turkmena, Asjabad . Muy cerca del poblado se halla una de las maravillas más inquietantes conocidas. Los locals lo conocen como la puerta del infierno; es el cráter de Darvaza, que lleva ardiendo sin cesar cuarenta años.          
El pozo o cráter de Darvaza es un agujero en el desierto de casi setenta metros de diámetro (ver en Google Maps ). No hay absolutamente nada en diez kilómetros a la redonda, ni tampoco en cien, salvo la aldea que le da nombre y la carretera y el ferrocarril que van hacia Uzbekistán. De día resulta llamativo por su amplitud y por su aparente carencia de sentido. Un enorme boquete en mitad de la más profunda y angustiosa de las nadas. Pero si de día impresiona, al anochecer resulta inquietante. En las horas previas a la desaparición del sol bajo el horizonte, el cráter va adquiriendo la consistencia de las puertas del infierno, resaltando la luz de sus llamas en la cada vez más reinante oscuridad. Cuando desaparece la luz natural, quedan el silencio y la oscuridad quebrados por las llamas del cráter.

El cráter no tiene origen volcánico sino humano. A principios de los años 70 un grupo de geólogos soviéticos andaba haciendo perforaciones por la zona buscando petróleo, gas natural y demás fuentes de energía fácilmente vendibles a cambio de divisas. En un momento dado encotraron una cueva que estaba hasta arriba de gas natural. Al perforar derrumbaron todo el techo de la cueva sobre ésta, formándose así el cráter de setenta metros de diámetro, que también tiene unos veinte metros de profundidad. Al percatarse del escape de gas, que podía resultar muy perjudicial para cualquier cosa que se acercara, los geólogos decidieron pegarle fuego, esperando que éste se extinguiera en unos días. Y desde entonces hasta hoy han pasado más de quince mil días y aquello sigue ardiendo.

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